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sábado, octubre 5, 2024
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Vehículos eléctricos: huellas de sangre

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El Gobierno español y la mayoría de los países europeos, han apostado por el coche eléctrico para la lucha contra el cambio climático y conseguir los objetivos de 2030 acordados en París, a pesar de que Naciones Unidas ve difícil cumplir lo pactado por la pasividad de los gobernantes y la falta de medidas auténticas y el cambio radical que tienen que experimentar las multinacionales afectadas.

España dice que inyectará 4.300 millones de euros hasta 2023 para impulsar el vehículo eléctrico y conectado. Se espera alcanzar para el 2023, unas 250.000 unidades matriculadas y entre 80.000 y 110.000 puntos de recarga. ¿Pero de verdad se ha estudiado las consecuencias de apostar por esta medida? ¿Qué empresas están detrás de ello? ¿Quién se va a beneficiar de nuevo en las cargas eléctricas de los vehículos? ¿Se ha comprobado el impacto medio ambiental que va a suponer esta medida a nivel mundial? ¿Qué pasa con las otras alternativas como los coches solares y de hidrógeno? ¿Por qué no se subvenciona el transporte público para así no depender tanto en los desplazamientos en los turismos? ¿Por qué en las grandes urbes el transporte no puede ser gratuito? ¿De verdad la única solución contra el cambio climático es ésta? Se apuestan por medidas ciegamente y más tarde nos echaremos las manos a la cabeza al comprobar que no existe tanta materia prima para acaparar la demanda de las grandes baterías que se necesitan para impulsar un coche eléctrico, para grandes distancias, y para renovar el parque automovilismo mundial. Los minerales, como los fósiles líquidos, son finitos y su extracción destruye la naturaleza violando los derechos humanos. Lo que se gana por un lado se pierde por el otro. Por lo tanto no es una opción ni una medida para combatir el cambio climático.

Debemos de saber que en este cambio del clima que afecta al mundo por la mala gestión de los recursos de los humanos, no solamente el problema está en el dióxido de carbono como nos quieren dar a entender, también existen muchos otros gases de efecto invernadero que lo producen, emisiones de fábricas de todo tipo como oxido nitroso, clorofluorocarbonos, la deforestación, el vapor de agua, el metano… Los motores eléctricos de producción masiva nos llevará también a un camino de sufrimiento y contaminación imparable. Tanto unos como otros demandan grandes cantidades de minerales y metales así como un suministro de energía centralizado y dominado por los mismos de siempre. No es ni mucho menos una revolución verde apostar por el vehículo eléctrico. La extracción de níquel, uno de los elementos necesarios para la producción de baterías de automóviles, contaminan amplias regiones y territorios incluidos ríos, lagos y océanos, con devastadores impactos ambientales y sociales derivados de la extracción minera así como violaciones de los derechos humanos y otras graves consecuencias. Entonces, ¿es verde o ético?, ¿es una medida que garantiza el desarrollo de algún objetivo de la agenda 2030 mientras que a su vez se va contra otros objetivos de la misma agenda? ¿A qué juego están apostando?

La producción de níquel en Indonesia ha aumentado drásticamente en los últimos años, de 130.000 toneladas métricas en 2015 a 760.000 toneladas en 2020. Una de las zonas de extracción es en la región de Molucas del Norte, un espacio vital para las comunidades locales que dependen de la agricultura, la pesca y los bosques locales. Poblaciones que quedan bajo el yugo contaminante de los preciados metales adquiridos por los supuestos países progresistas. El gobierno de Indonesia está desalojando a comunidades locales para ceder las tierras a las empresas de extracción de minerales. Cientos de empresas se están instalando por la zona. Toety Ariely, una activista comunitaria de la región relata que “Destruyeron nuestras islas, bosques, mares y nuestro hogar. Nos matan destruyendo nuestra Halmahera (isla). Sacan mucho níquel y otros minerales del útero de la isla. A cambio, lo que nos dan son montañas sin bosque, tierras baldías, mares contaminados y otros desastres ecológicos. Y luego nos hacen pelear entre nosotros. Los agricultores y pescadores perdieron su medio de vida. No tenemos nuestro ecosistema rico en peces. No tenemos más tierras fértiles en las que se pueda cultivar cualquier cosa. Ya no tenemos los bosques, que dieron vida a todos los organismos dentro de ellos. No pueden comprar nuestros sentimientos. Para esas personas, destruir los bosques y minar la tierra es sinónimo de desarrollo”. ¿Así es cómo se quieren conseguir los objetivos contra el cambio climático? Una vergüenza denunciable.

Además de todo lo dicho, se necesita gran cantidad de agua para procesar el niquel y ello afecta de manera muy grave a las comunidades locales. Pero no solo es este mineral, también para la construcción de las baterías eléctricas se necesitan litio y cobalto. En la República Democrática del Congo, es el principal productor de cobalto del mundo, al igual que ocurre con el coltán y donde se producen graves violaciones de los derechos humanos, entre ellas asesinatos, violaciones a mujeres, niños y niñas, trabajo infantil y esclavitud. ¿Es esta la bandera del coche eléctrico que nos quieren ocultar? ¿Es esta la forma de conseguir sus objetivos los que se encuentran en despachos y sillones políticos? El desprecio a la vida, la contaminación, la expulsión de comunidades de sus propias tierras, la esclavitud, el asesinato… ¿Es el precio a pagar por un coche eléctrico? ¿Cómo se tiene la desfachatez de anunciar que se apuesta por el coche eléctrico para no emitir CO2, mientras que por otro lado se deforesta, se contamina, se viola, se esclaviza, se asesina? ¿No es claramente un crimen de lesa humanidad el no tener presente las consecuencias de la extracción de los minerales para las baterías eléctricas? Claro que lo es y, con el corazón en la mano y en vista de los hechos, es un crimen de lesa humanidad consentido por numerosos países a costa de una supuesta revolución verde que es falsa y unos objetivos y una agenda 2030 manchada de sangre.

Toety Ariela, de Maluca del Norte, tiene un mensaje para Masayoshi Son, Elon Musk, otros productores de automóviles, empresas mineras y los gobiernos que los apoyan: “¡No necesitamos autos eléctricos! Si piensan que el automóvil eléctrico puede ser la solución a la amenaza del cambio climático para nuestro planeta, entonces para nosotros, mantener los bosques y los manglares en nuestra isla puede salvar a la Tierra de todo el desastre que han creado. Solo necesitamos que regresen nuestros bosques, mares, playas, naturaleza, hogares y vida. Exigimos que nos devuelvan la vida y la tierra como estaban antes de que llegaran con la desastrosa minería”.

Creo que es un mensaje suficiente aclaratorio para que nuestros políticos de turno comprendan cuán equivocados están en la toma de decisiones para combatir el cambio climático. Cómo olvidan de dónde vienen esos recursos y cómo se extraen. Solo les interesa tomar medidas de la mano de las multinacionales, ocultando la realidad.

El automóvil eléctrico antes de nacer ya viene manchado de sangre, llevando a sus espaldas destrucción y muerte a la vida en todas sus variantes.

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